domingo, 8 de noviembre de 2020

Monasterio de Piedra (Aragón)


2018 es un año especial para el Monasterio de Piedra, un mágico lugar escondido entre las abruptas y áridas sierras del Sistema Ibérico, en el municipio zaragozano de Nuévalos. La edificación de estilo gótico, de arquitectura sobria, austera, sencilla y luminosa, en la orilla derecha del río Piedra, conmemora su 800 aniversario.



Fue a finales de 1218 cuando, tras la donación de un castillo de piedra por parte de Alfonso II de Aragón y su esposa, Sancha de Castilla, y su posterior remodelación, los monjes de Poblet pudieron asentarse y fundar allí un monasterio cisterciense. La abadía es hoy uno de los destinos turísticos más importantes de Aragón, no sólo por su excelente conservación (y porque parte de las instalaciones están destinadas a un hotel-spa), sino también gracias al insólito e inesperado vergel que rodea la abadía y en el que el agua es la protagonista indiscutible. Son miles los visitantes que se acercan cada año a este enclave natural -declarado en 2010 Conjunto de Interés Cultural en la categoría de Jardín Histórico-, donde el río Piedra va esculpiendo un recorrido lleno de cascadas, grutas, lagos y riberas, rodeado de densos bosques y una exuberante vegetación.

Este año, la vista al recinto es doblemente especial; además de tener la oportunidad de pasear entre los muros del monasterio de ocho siglos de antigüedad, protegido por una muralla medieval que aún conserva su hermosa Torre del Homenaje, las abundantes lluvias de los últimos meses aseguran un precioso espectáculo gracias a la fuerza del agua a su paso por el lugar. Sin duda, las cascadas y saltos del río serán lo más captado por las cámaras fotográficas.

La entrada al Parque Natural del Monasterio de Piedra (precio: 16 euros, adultos, y 11 euros, niños hasta 11 años) incluye el acceso al impresionante Parque Natural, la visita al Monasterio Cisterciense y un show de cetrería, el evento favorito para los más pequeños.

El recorrido por los caminos señalados del lugar, convertido en uno de los ecosistemas de mayor riqueza biológica de la zona, está cuajado de sorpresas y bellísimos rincones. Puede durar unas dos horas y media, en las que los sonidos del agua y del canto de los pájaros (allí habitan más de 20 especies distintas) nunca abandonan al visitante. A lo largo del curso del río se llega a hermosos parajes, como el Lago del Espejo, cuyas aguas tranquilas y cristalinas reflejan la imponente Peña del Diablo, increíble pico que se erige ante él, y dejan ver las truchas Arco Iris (procedentes de la antigua piscifactoría con la que contaba la abadía) y otros peces que las habitan. Para llegar allí, hay que pasar por la impresionante Cola de Caballo, una cascada de 50 metros de altura que oculta en su interior una cueva natural, la Gruta Iris. Desde ella, se puede disfrutar de otra perspectiva de este increíble salto de agua.

Otras paradas imprescindibles en el camino son la cascada Trinidad, con varios niveles, la de Los Chorreaderos, la de Caprichosa y la de Iris, la laguna el Baño de Diana, el tranquilo Lago de los Patos y el Vergel de Juan Federico Muntadas -poeta y escritor artífice y descubridor del lugar en el siglo XIX-. Para llegar a todos los puntos, sólo hay que seguir las indicaciones de los carteles y las flechas a lo largo del sendero.













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